martes, 5 de enero de 2010

SOLEDAD


Hoy tengo 20 años y ya no soy el mismo niño que creía en las palabras de los demás. Las noches mas oscuras me han golpeado como al peor de los jinetes sobre ese caballo inquietamente galopante, y junto a su fuerte sacudida me han ayudado a despertarme. Las bofetadas han sido fugaces, pero fuertes. Gracias a ellas supe tomar conciencia y coraje. Me han enseñado que en la vida ya no queda lugar para alguna clase de arrepentimiento o lamento cotidiano, y creo haber entendido que solo el que actúa rapidamente, con solida conducta y decidida perseverancia, es aquel que puede sacarle una ventaja a las recaídas.
En mi corta, pero intensa existencia he aprendido muchas cosas sobre yo mismo. He aprendido miles de cosas que en ninguna escuela se enseñan y que me servirán en un futuro para controlar el pulso de mis actos. No habrá lección mas interesante que la que me ha enseñado la vida hasta ahora: el hombre esta condenado a ser libre.
Resulta raro pensar en dicha afirmación en los tiempos que corren. Tiempos en los que parece ser que el hombre sufre el miedo inmediato de quedarse completamente solo, parado en medio de la vida. Este es un miedo que parece crecer día a día y es el mismo miedo que el ser alimenta y respalda; complicando su camino con obstáculos inexistentes, esquivando los caminos del tiempo por temor a crecer. Es que el ser teme al paso de los años, teme a la muerte y sin saberlo vive eternamente condenado a ser libre.
He aquí el punto principal de la cuestión, pues esa misma condena hacia la libertad es la que provoca su gran temor. El hombre sabe que esta condenado a ser libre y sabe que a largo plazo la libertad se convertirá en la mas temible soledad. Y es esta ilusoria soledad la que no desea conocer, esa misma que aportara su ayuda para alcanzar su madurez, esa misma que lo angustiara profundamente pero que sin lugar a dudas, sera la única que podrá convertirlo en un verdadero hombre.
El hombre sostiene que la soledad puede hacerlo colapsar. Cree que la soledad es un campo solitario que solo incitara su desconsolado llanto. Pero el hombre solo cree y no experimenta. Se aparta de la verdadera soledad y vive su vida con aquella imagen que lo atemoriza notablemente, perdiéndose de esta manera, la oportunidad de alcanzar la madurez.
Gracias a dios yo me he animado a experimentar. No se si lo que he conocido habrá sido exactamente la soledad, o algo parecido. Pero me he sentido completamente agobiado y triste, como si descansara durante un momento bajo un árbol sombrío y viejo. ¿Habrá sido esa una angustia? No lo se. Solo podría citar que me he animado a vivir sin miedo. Como si algún pájaro invisible me enviara señales al oído, he transitado lentamente los caminos del tiempo sin temor alguno. Cierta vez me he visto con la muerte en momentos efímeros, pero supe ganarle la pelea. Recuerdo que otras veces, cansado de tanto luchar, he vuelto a descansar sobre la sombra de aquel árbol y en estas ocasiones me sentía igual de solitario, pero esta vez mas guerrero. ¿Habrá sido la madurez? Creo que tampoco podría responder esta pregunta con certeza y solo podría citar que a lo largo del viaje solo deseaba ser libre y jamas he temido sufrir la condena de la soledad; esa condena tan sabia y vital que me ha ayudado a ser un hombre.

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