miércoles, 27 de enero de 2010

IGNORANCIA


Debido a varios aspectos que posteriormente describiré, podemos considerar que la “ignorancia” mata al hombre por partida doble.
Primera partida: metafóricamente, una de las muertes que acecha el hombre es aquella que recibe este último cada vez que escucha el silencio que nace al cabo de citar sus palabras.
Ante toda clase de insultos verbales y precipitadas calumnias que se manifiestan en contra de cada hombre, no existe mejor defensa que la ignorancia que puede obtenerse dando paso al silencio y sentenciando tales agresiones.
Es sencillo imaginar el grado de decepción que siente aquel hombre que insulta cuando nota que sus palabras son “ignoradas”. Sencillamente este hombre se siente vencido. Obtiene una derrota en la partida que emprende hacia su enemigo y queda de rodillas. Literalmente, es defraudado por si mismo; jamás imagino sentir el rechazo que puede sentir un hombre cuando escucha que el silencio es el único que responde; y esa no es respuesta que le cause cierto agrado. Metafóricamente, muere.
Es asi como, en esta primera partida, el silencio es el principal protagonista en la batalla que comienza la ignorancia. El silencio, sordo y ciego, ignora la voz que proclama insultar por propio capricho y afortunadamente logra callarla sin el mínimo esfuerzo.
En debidas circunstancias se debe optar por el silencio y evitar el esfuerzo que causa pronunciar palabras sin noción de lo que realmente se pronuncia. Puede que más tarde se solicite declarar ante juzgados penales con miembros a los que les gusta hablar por hablar más que a los sentenciados, y es muy probable que sean pocos los que deseen ser esclavos de sus palabras.
Segunda partida: metafóricamente, otra de las muertes que acecha al hombre, propietario de su ignorancia, es una que lo ata de pies y manos a un poste de madera anclado varios metros bajo tierra, sobre el cual, limitado en sus movimientos y usos de libertades, observa como el poder arremete sobre su cabeza y le extrae las viseras para arrojárselas a las bestias, que mas tarde, tambien se harán cargo de lo que queda de su cuerpo.
Con los artilugios que nos facilita nuestra imaginación, podemos hacernos una idea de aquello en lo que se convierte el hombre cuando el poder del estado es el principal huésped en su casa. Literalmente, el poder de un estado solo surte el efecto deseado en aquellos hombres carentes de conocimiento. La incesante búsqueda del saber es un freno para el avance del poder sobre los pueblos y es precisamente por este motivo que el gobierno de turno jamás sera aquel que promueva interesantes proyectos intelectuales. Les conviene promulgar una ley de educación básica y menos ambiciosa; ¡el gobierno no necesita hombres inteligentes que interrumpan su acción y si, en cambio, hombres ignorantes y pobres, hombres seducidos por la felicidad que les prometen regalar con los absurdos subsidios que les otorgan!
Lamentablemente es de esta manera, como con su propia ignorancia, el hombre muere nuevamente; tal como un suicida se corta sus venas, el hombre pone fin a su historia al ignorar su ignorancia. Y es precisamente en estas circunstancias donde el silencio no debe ser una respuesta al abuso de poder. En dicha situacion debe ponerse en marcha el batallón de las palabras del saber y evitar la manipulación.
Finalmente llegamos a un análisis de las dos partidas donde el hombre muere victima de la “ignorancia”. En la primera partida, esta ignorancia es una compañía que junto al silencio logra defendernos. Pero en la segunda partida la situacion se revierte y en este caso, el silencio es el más temible crimen que podríamos cometer si llegaríamos a utilizarlo como herramienta de defensa. Tal es asi como en la primera partida se desprende la conclusión de que todos podríamos valernos de la ignorancia ya que todos podríamos callar y sentenciar con nuestro silencio a aquellos que intentan insultarnos. Pero no ocurre lo mismo en la segunda partida ya que de utilizar el silencio moriríamos de pronto y la ignorancia seria una solución fatal. Con lo cual, resta preguntarnos: ¿Con que armas vamos a defendernos la próxima vez que el poder visite nuestra casa para abusar de nuestras libertades y derechos? ¿Y si la próxima vez llegase tan rápido de modo que no podríamos defendernos? ¿No habrá llegado la hora de entrenar al batallón de las palabras del saber? ¿No habrá llegado el momento de derrumbar la casa en la que habita nuestra ignorancia y comenzar a ahorrar para ser dueños de la posada del conocimiento; aquella en la cual nadie cae de intruso y donde nadie más que nosotros mismos puede reposar inalterable?

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