martes, 3 de noviembre de 2009

SOCIEDAD


Pareciera que varios de los individuos que habitan este espacio, estuvieran libres de poseer algún tipo de error, algo de ignorancia, o de falta de conocimientos. Sobran en aquellos seres las dotes de una expresión polifacética, dotada a su vez, de una extensa opinión desconmensurada. Pues en el acto de consumar con palabras su pensamiento, el ser actúa descaradamente, creyendo ser un erudito extraído de los templos griegos. Intentando hablar sobre todo acontecimiento pasado, presente o futuro, se convierte en una maquina inconsciente que alimenta su torpeza. Este nuevo ser que encarna en su cuerpo cada vez que la inquieta lengua comienza a desfilar por el túnel de su boca, constantemente mastica hasta desmenuzar cada hecho por mas irrelevante que sea, haciendo de la realidad de las cosas una amalgama de confusión y teorías improbables.
Que distinto seria todo si aquel hombre ingenuo pondría en marcha su uso de razón. Cuan diferente serian los comentarios de la gente por la calle. Que gran abismo existiría entonces, entre aquella sociedad carente de sentido común, llena de variadas verdades incompletas y esta nueva civilización, con algo de pensamiento y reflexión.
Solo me detengo a pensar en esa posibilidad. Me detengo a pensar en ello porque la propia realidad parece obligarme, porque seria muy ignorante de mi persona tratar el tema con menos importancia. No podría yo entonces convivir conmigo mismo. No podría seguir mi rutina sin lamentarme al observar lo que diariamente ven mis ojos, lo que diariamente mis oídos me confiesan.
Cada nueva mañana no puedo evitar toparme con esta gente tan pacata y superficial en la que abundan los prejuicios. No puedo evitarlo porque mi vida constantemente me enreda entre su telaraña algunas horas y obedeciendo a mis obligaciones, caigo nuevamente como un ser indefenso e ínfimo sobre su red. Mientras el tiempo que involuntariamente permanezco adherido, la gran araña de la sociedad me angustia y ofende gravemente y solo existe un antídoto para remediar mis heridas: regalarles mi consentimiento.
Cuando simulo ser un arácnido de su misma especie, es cuando logro calmar temporalmente mi asfixia. De esta manera creo encontrar una pequeña parte de la solución al gran problema de aquella sociedad en constante declive. Cada vez que me veo herido solo puedo regalarles mi mueca de sonrisa, dejando esconder la droga de mi medicina: la ironía.
La ironía logra ser un estimulante personal perfecto. Es tal la ineptitud moral de mis hirientes que cada vez que les inyecto una dosis de ironía, quedan vacilando por un largo tiempo en una nube negra que los confunde. De esta manera puedo saborear una venganza que sabe a un doble gusto. Por un lado deleito el desahogo de mi enojo y por el otro aprecio la maravillosa experimentación que sufre aquel humillante bicho al perderse en la magia de una cruel ironía disfrazada.
Luego de aplicar mi plan, mis responsabilidades se extinguen y puedo disfrutar de mi soledad. Paseo alejado de la sociedad vagando en mi imaginación y acompañado de aquellas astillas de mi palo. Mientras pasa el tiempo, intento buscar alguna solución que repare totalmente el problema, pero me veo ante otro gran problema: tratar de encontrar una aguja en un pajar.

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