lunes, 12 de octubre de 2009

ABSTRACCIÓN


Lo bello es bello y no existen motivos que expliquen lo inexplicable. Sucede muy seguido que la sencilla naturaleza de las cosas nos deja perplejos luego de observarla.
Tenemos dos ojos que no pierden detalles a lo que a su alrededor se dibuja. Lentamente, ellos analizan todo lo que cuelga de su retina. La pobre cambia de tamaño sin cesar y esos ojos ya parecen dos espirales.
Tambien tenemos una conciencia inmutable que continuamente espera encontrar tierra al final del mar, olvidando que ciertas veces esto no sucede. Pues existen necias conciencias que luego de buscar sin encontrar, navegan eternamente en los mares más oscuros y bravos. Estas conciencias parecen estar convencidas de que cada dígito debe agrandarse luego de sumarle algunos otros, pero no recuerdan que hasta los cálculos mas cuadrados, a veces, se tornan redondos. Ellas, literalmente, no comprenden que algunas cosas no se crearon para su admiración, sino para la de otras miradas.
Esas bellas cosas que las cuales hablamos son las pequeñas abstracciones que encontramos sobre el umbral de la vida. Esas que no están ni de un lado ni del otro del muro, sino que sitúan todo su cuerpo sobre su delgado cordón. Minúsculas cosillas tan preciosas como la vida misma. Raros tesoros que repetidamente nuestra razón intenta encontrar para aplicar su sigiloso análisis. Averiguándolos, como si fueran productos tóxicos. Investigando (como si lo trajeran consigo) fecha de elaboración y vencimiento.
Esas imprescindibles cosas que no traen nada de ello consigo, se ubican por doquier y es solo nuestro espíritu el que puede disfrutar de ellas. Pues él, en su silencioso apetito, sacia su hambre con satisfacción. Lejos de su sombra quedan los juicios de valor. Él solo las observa y respira profundamente una y otra vez, llenándose del soplo divino de su extraña y sabia naturaleza.Con el tiempo, así va viviendo. No piensa siquiera en otra cosa y solo insume sus horas en disfrutar de esas bellas cosas. Va transitando recordándole a nuestra razón algunos tintes de su sabiduría y sobre todo, remarcándole sobre su frente, que lo bello es bello y que no existen razones, ni motivos, que expliquen lo inexplicable.

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