lunes, 26 de octubre de 2009

STATUS


¿Qué diferencias existen entre todas las personas de este mundo? ¿Que características distintivas dividen a los habitantes de un mismo planeta? ¿De que placer hablamos cuando hablamos del placer que sienten aquellos que pertenecen a la clase alta de la sociedad? ¿Cuán profunda es la tristeza que sentimos cuando observamos el hambre, el frio y el dolor de aquellos pobres, marginados por la misma sociedad?
Son ellas, preguntas que me planteo constantemente. Eternos dilemas que se agolpan en mi conciencia y que jamás serán develados. Pues resulta imposible descifrar a todas esas mentes que integran este espacio.
Con una gama muy variada, encontramos miles de clases sociales que en el aire van desarrollándose. Nos quedamos cortos al pensar en que solo podríamos diferenciar 3 tipos de ellas, a saber: clase alta, clase media y baja.
Resulta así que cada uno de nosotros vamos formando su clase. Nos vamos formando como personas y conforme a dicho desarrollo, vamos levantando los ficticios cimientos de nuestra clase social.
De esa manera formamos parte de más de una de ellas. Pareciera ser que nuestro casillero dentro de la sociedad va modificándose cada vez que nuestro salario tambien cambia. Así, probablemente, pertenecemos a una clase media en un principio. Luego recibimos un ascenso y somos dichosos de pertenecer a la real clase alta, creyendo formar parte de esa burguesía que todo lo puede. Pero cuando los sueños están empezando a forjarse, alguien nos despierta con la campanilla de la ruina económica y en un intenso declive salarial vamos pasando por muchas clases más. Tocamos nuevamente la clase media, luego acariciamos la clase baja, y más tarde ya formamos parte de la clase súper baja. De pronto vemos con nuestros propios ojos a aquellos de clases superiores. Esos que dirigen sus miradas soberbias y de fuego.
En el fondo del tacho de basura, revolvemos los escombros de todas las clases a las que supimos pertenecer. Mientras la vida va pasando, nuestros días van llegando a su fin y los intentos por progresar y volver a empezar, se van desvaneciendo.
Es precisamente en esos momentos cuando, pobres de dinero, sentimos ser ricos en conciencia. Es en ese momento cuando sentimos vergüenza de nosotros mismos. Es en un instante de claridad cuando podemos reflexionar la verdadera esencia de la sociedad: un gran equipo de hipócritas con ambición de dinero.
Un gran equipo del cual, finalmente, nos avergüenza formar parte. Un equipo desunido que constantemente busca diferenciarse con la simple obtención de un ascenso, un titulo de grado o vaya a saber que mas. Un equipo que olvida sus orígenes y que solo en la ruina económica reconoce el valor de su esencia.

1 comentario:

  1. Y si creo que es el gran dilema de la vida, con que tan poco aspiramoss, solo son necesidades e interes creados por esta sociedad, sin ningun tipo de valor,todo es superficial, hay que tratar de alejarnos, elevarnos, para poder darnos cuenta donde realmente se encuentran las cosas importantes, es una lastima vivir rodeados de intereses sin sentidos, y siempre querer mas y mas sin ver esta vida, la vida nuestra,la de todos, cada vez nos individualizamos mas, y nos hacemos indiferentes ante esto que es parte nuestra tambien. Ojala logremos que algún díaa podamos tener mas conciencia.

    Un besoo ema.

    Aguss

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